INSOMNIAC: cuentos para no dormir

UN DIA EN EL DESIERTO

by Monica Gameros



Las pisadas llevaban de nuevo, una y otra vez,
al inicio de la caminata...

Mónica Gameros

I

Las hojas secas del largo camino desaparecieron lentamente, para dar paso al desierto que aprisiona el cuerpo senil y acaricia los surcos de las arrugas que el viejo carga cuando camina sobre el cuerpo de su verdugo, sin pausa, sin orientación, sin llegar nunca a ningún lado. No se trata de un trayecto en círculos perfectos, simplemente no hay destino, sólo son dos piernas que se mueven como si no pudiesen dejar de hacerlo.

El caminante es tan longevo como el desierto; sus labios secos están marcados por laderas interminables en las que se han archivado memorias y anhelos; la arena entrometida del desierto en el que ahora vagabundea, llena su boca y se cuela por entre los espacios de un diente y otro, flota sobre las cejas y las pestañas, se aferra al torso flaco y se entremete hasta la punta de los calcetines, se convierte en su amante platónica.

Sus ojos apagados encarnan el vacío; su caminata ha recorrido la vereda miles de veces y la certidumbre terminó por angustiarle ante la marejada de violencia que le aplastaba: Hambre, guerra, destrucción, poder, sangre, dinero, pandemia...

“Los jinetes apocalípticos de la raza del quinto sol galopan con furia, envalentonados por la infertilidad y la debilidad de la especie adicta a la evasión” enunciaba al viento siempre que observaba los atardeceres, todos idénticos para él... de ahí que el hartazgo le haga ir buscando la muerte, caminar al desierto y perderse en las alucinaciones que el calor provoca para después, sin variación alguna, despertar bajo la sombra de un árbol en medio de la plaza de su pueblo, justo frente a la Iglesia, sin saber cómo llegaba hasta ese lugar.

La tortuga longeva en que se había convertido, siempre solitaria, recorría todas las tardes el mismo camino. El desierto monstruoso de la vacuidad le espantaba el sueño: no dormía, no comía, soñaba sí, pero siempre se limitaba y perdía el tiempo.

Sumido en la locura, vivía con nostalgia y aguda tristeza; siempre se empeñaba en ver las siluetas perdidas, las figuras de sus amantes, los labios carnosos y húmedos, la mano dura de su padre golpeando su hombro y las sonrisas de su madre, siempre tierna y llena de angustias, que si no eran de ella no podían ser de nadie, todas le pertenecían... era su reino, su cetro de poder.

Recordaba su infancia y las manos maternas buscando en los bolsillos de su saco como alguien que quiere detener el agua entre los dedos, pero estas siempre encontraban arena del desierto para desconsolar a la matriarca, quien pensaba en la soledad que le esperaba a su hijo, vaticinada así por los granos de arena hallados.

Ahora, le tocaba a él sumergir sus dedos en las bolsas propias: una hoja de papel con la letra de la mujer que más amó; el yoyo de su hijo y la primera trenza de su hija; la primera moneda de su primer nieto; todo se le había desaparecido sin saber cómo, en cajones, en bolsas de plástico y sólo se preguntaba dónde había quedado todo aquello que construía la historia de su vida.

Sin mueca alguna en el rostro, gritaba de dolor y se negaba a aceptar que un día sería un yoyo perdido en el cajón de alguien más. En medio de su demencia senil, observó de nuevo la partida de la que fue su mujer, quien angustiada por los años y la inevitable vejez, empacó sus cosas y las envío a su hija, después se despidió de las amigas, se sentó frente a él, le dio las gracias por la vida juntos y se fue a dormir decidida a no despertar jamás... la muy necia, lo logró.

En su caminata eterna, una tarde el viejo se petrificó cuando entre la arena, tendida como un gran manto satinado, vio a su mujer caminando como si fuera de paseo. Los pasos de su compañera se escuchaban como si fueran las pisadas de un gigante y la blancura de sus canas se volvían un espejo destellante bajo el sol.

La tortuga longeva pensó que había muerto, pero se decidió a esperar la llegada de su mujer quien en un abrir y cerrar de ojos, avanzaba kilómetros sobre el polvo de estrellas que flotaba en el desierto tras la lluvia de luminosas bolas de fuego que bailaron unas con otras durante la noche anterior y que fueron vistas con asombro, temor y morbo desde el pueblo.

La mujer se esfumó un par de kilómetros antes de llegar a él, mientras éste escuchaba en un remolino la voz de ella llamándole. Cerró los ojos en un vano intento de reprimir el llanto y sintió una onda de calor que rodeaba su cuerpo en una espiral ascendente y descendente. La sensación de energía sobre su cuerpo le obligó a abrir una de sus pupilas, ésta fue tocada por la mano de su mujer y escuchó de nuevo la marejada auditiva de risotadas que ella soltaba cuando él la perseguía para hacerle el amor.

Sus ojos abiertos y su cuerpo envuelto en esa extraña carga energética se estremecieron. Ella estaba justo frente a él, seguía joven y delgada, sus ojos ambar lo embrujaban y sin decir palabra alguna le oía decir “Es tu turno”

Cansado de tanta soledad, frente a la única mujer que le había aguantado las andanzas, quiso entregarse a esa levedad que le provocaba la aparición y cerró sus ojos para dejarse llevar por un viento que circulaba a su alrededor y que le empujaba hacia delante, como obligándole a seguir caminando.

Había llegado a un desfiladero, el abismo era impresionante. En el paisaje destacaba un gran hoyo circular, hecho de roca negra, como la lava de los volcanes que se enfría y se inmortaliza, en el medio un tronco gigante se erigía como emperador del infierno. Cerró sus párpados para lanzarse al vacío, una bola de fuego se metió en su cabeza a través de las fosas nasales, con una intensidad y una onda de calor que lo obligaron a despertar y escuchar en una voz lejana, como el canto del viento, Tienes otra oportunidad.

II

El viejo no supo que decir en el pueblo, al verse en el espejo entendió porque la gente se persignaba cuando le veía. Su cuerpo era el de un joven veinteañero, su piel se volvió tersa, los surcos de su cara desaparecieron, sus canas se volvieron negras como la noche, pero no tenía fuerzas ni para caminar y arrastraba los pies sin dejar de mover los ojos de un lado a otro, paranoico, como quien sabe que será atacado de un momento a otro.

¿Cómo explicar lo que había pasado sin pasar por chaman o brujo? Todos los brujos habían huido pues la población les hacía la vida imposible e incluso les atacaba durante la noche, por temor a convertirse en sus juguetes o sus esclavos. Si alguien enfermaba, los brujos y los chamanes se convertían en los chivos expiatorios y por lo menos en dos casos, fueron quemados vivos en medio de la plaza, mientras la gente con cubos de agua en las manos esperaban a que el hombre o la mujer en cuestión no gritara de dolor, pues creían que si no eran culpables de las acusaciones un manto divino haría que su cuerpo no sintiera el calor de la hoguera y entonces había que salvarle de la incineración en vida.

Para sorpresa suya, las mujeres jóvenes le veían ansiosas y le enviaban señales de disposición al sexo. Las maduras le veían con recelo y los hombres en general lo escuchaban incrédulos sobre la historia. Decidió entonces abandonar el pueblo e irse a las montañas blancas y cuando estuvo ahí se asombró aún más de no sentir frío, sueño o hambre... lo único que le enfurecía eran esas ganas de tener a una mujer bajo su cuerpo, no podía controlarse y deseó tener alas para robarse a alguna que estuviera entre las milpas.

III

Esa noche, soñó que volaba por encima del pueblo, cercado por sus verdes y frondosas milpas, que una mujer, casi una niña, le hacia señales con los brazos abiertos, gritándole ¡Aquí estoy, ven por mí!; en él se presentaba frente a la adolescente y con una mano la cargaba desde la cintura, le descubría el pecho y le encajaba los dientes mientras la chica gritaba de placer y se quedaba sin sangre hasta quedarse dormida plácidamente, para luego ser abandonada en el río color esmeralda.

Despertó sobresaltado y se aterrorizó cuando se descubrió bañado en sangre, con un mechón de cabellos largos y negros en la mano izquierda, emprendió una carrera frenética hasta llegar a una fuente de agua manantial. Frente al espejo de agua su rostro se veía cansado y senil, creyó que todo había sido una pesadilla y comenzó a rezar un Padre nuestro tratando de recuperar la paz en su corazón, sus retinas soportaban bien el sol que asomaba tras los árboles de la sierra y las nubes que inundaban al cielo, en medio de la oración, el anciano observó que su casa era una cueva y que la piel de una joven colgaba de una punta en una roca que parecía más una lanza.

Corrió como pudo con su senil cuerpo, corrió hasta que el aliento le faltó y le hizo caer, lloró y vio la tierra café teñirse de escarlata, sus lagrimas eran de sangre, estaba harto no podía creerlo, él quería morir y había andado al desierto con la intención de conseguirlo y ahora, era un viejo que se vuelve joven por las noches y desolla mujeres, ni siquiera era un chamán o un brujo, era algo nunca conocido y lo peor de todo… inmortal.




¡NI QUE ESTUVIERA LOCA!
by Monica Gameros


I

Independiente, Inda es una de tantas chavas urbanas. Tiene pocas amigas, no es fácil encontrarlas; en el medio en el que se desenvuelve hay mucha competencia profesional y estética; además a las otras mujeres las veía en dos grupos: uno en el que todas son excelentes en lo que hacen y siempre están buscando nuevas opciones, todas son guapas, muy guapas y no tan guapas; el otro grupo tiene a quienes aprovechan el tiempo de belleza para lograr escalar siempre hacia arriba, sin piedad y sin culpas, esas siempre eran hermosas.

Inda confiesa a su amiga sentada frente a ella con la cara alargada y los pezones de silicón: -¡Mis adicciones son la música, los hombres y los orgasmos, y si viene todo junto mejor! Luego Inda se sume en sus recuerdos y sonríe con malicia para decir -¡Es que si no te das gustos, la vida no vale un pedo!

La diversión corre por cuenta propia, los viajes, la ropa, los libros, los museos, el teatro, todo en absoluto; Inda ha decidido no dejar que los otros paguen sus cuentas y por lo menos hasta ahora lo ha podido hacer; resulta exitosa sobre todo frente a algunos que la cuestionan sobre el ritmo de su vida, arrinconándola con preguntas sobre maternidad, preferencia lésbica o depresión, mientras le repiten como en una grabación:

-Te tomas muy en serio la vida, no puedes vivir así, si todos pensáramos como tú, que ya no hacen falta humanos, seríamos un país de viejitos.

La mente de Inda se va de viaje observando a las calandrias que siguen haciendo su nido frente a la ventana, ¿cuándo su familia había dejado de ser su huevo? ni ella lo sabe, solo acepta que lo rompió antes del tiempo establecido y que le había costado muy caro como para retroceder ahora buscando la certidumbre.

-Ni modo que nos regresemos, no se puede. Es muy aburrido. Asegura Inda a quien le haga cualquier tipo de pregunta sobre sus miedos y sus loqueras de vivir así. La mitad de su vida había tenido que correr y creció como las enredaderas, lo más rápido posible, en dirección hacia las nubes de concreto, en medio de la monstruosa ciudad, donde los cielos grises hasta tienen rostros felices y sonrientes, como una postal de una gira de 15 días por el viejo mundo, ¡En chinga y por en cimita! Recordándonos lo felices que eran al manejar cierto auto; lo excitantes que resultaban al sexo opuesto por usar chones y bras maravillosos, que realzan la belleza, así como el placer exclusivo para quienes pueden descansar en medio del paraíso que las playas mexicanas, adaptadas para su total confort, pueden ofrecer.

Inda se preguntaba si esas mujeres, esos galanes y esos infantes que adornan los cielos de concreto, eran verdaderamente felices... y se vio interrumpida por los remilgos de su amiga, casada hace 10 años, madre de dos hijos infernales y una bebita que será encantadora, por lo menos, hasta que adopte los prejuicios y miedos de sus padres que están juntos por el bien de los hijos y por que:

-Si no es con él, entonces con quién, ya parece que alguien más me va a aceptar con todos mis bodoques y la verdad ¡Ojos que no ven, corazón que no siente!

Repetía por enésima ocasión la mujer remilgosa a Inda, mientras ésta, con tono sarcástico le decía.

-¡Y tu dignidad totalmente perdida!, ¿cómo puedes aceptar ese trato? Cada quince días te tengo aquí lloriqueando tu desgraciada, frustrada y aburrida vida, y antes era dolor lo que expresabas, hoy es pura rabia la que tienes, aunque sea por eso deberías exterminar tu personalidad pasiva y levantar en armas a la chava que conocí en la universidad.

-¡No es lo mismo!, lo dices fácil porque tu vida es diferente, sin hijos no hay obligaciones ni cadenas...

Inda la interrumpe con aspiraciones profundas para sumar paciencia.

-Sin hijos se vive en entera libertad pero ésta no debe morir al nacer tu crío, al contrario, si no, qué tipo de humanos estás trayendo a este mundo.

Inda escucha de nuevo la misma frase de cada15 días y las palabras se repiten en automático. Las respuestas se hacen eco del tiempo y se lanzan así nada más, como si fuera un requisito sin importancia pero requisito al fin.

-¡No seas tan dramática!, ya hasta hiciste que dejara de llorar, me das envidia pero a la vez me pregunto ¿si no tienes miedo de envejecer sola?

-Sola llegas al mundo, a menos que la naturaleza o el Dr. Frankestein te clone, y sola te vas sin nada más que tu pellejo y tus huesos, porque hasta los órganos hay que donarlos para que a otros les sirvan… responde Inda ya sin mucha paciencia e insiste.

- Ay no, que cosas dices. – ¡Mmmm! seguro que eres de esas que nomás abren las patas en la cama, ¿no juegas con tu marido?, ¡Ah no!, tu marido juega con las demás ¿verdad?, pero bueno a ti no te importa. Por lo menos deberías conseguirte un amante.

-No puedo, me mataría.

Su amiga abre los ojos de espanto como si pudiera verlo venir hacia ella con la pistola en la mano, con la rabia en el seño y el orgullo desecho, saliéndose de sus entrañas; manchándole antes de matarle; asfixiándola mientras le grita Puta, puta, puta, puta, puta, putaaaaaaa…

- Lo meto al bote si lo hace, pero para eso hay discreción, créeme ellos no saben lo que es eso. Inda sonríe para dar seguridad a su aburrida amiga.

II

Son las 9 de la noche, el salón esta casi vacío, llegan muchas mujeres, algunas en pareja, otras en grupo, Inda ha llevado a su amiga a conseguir amante.

- Uno bien cachondo y bien buenote para que te lo comas como nunca antes hayas hecho con el aburrido de tu maridito.

La amiga sonríe y expresa asombro en sus ojos que bailan de un lado a otro, esperando los cuerpos desnudos, llenos de aceite, con apenas un hilito sosteniendo la tanga.

En tanto la música empieza y dos piernas musculosas bailan mientras soportan dos nalgas perfectas, Inda nota a su amiga excitada y con una luz en los ojos que no le veía desde hace 8 años, cuando le confesó que con todo y embarazo, el sexo con su gordo era lo máximo.

Sin que la viera su amiga, Inda se levanta a la barra, jala a uno de los meseros y le pone varios billetes en la mano, le dice que los esperan en la salita privada y se encamina a la mesa que ocupa con su amiga, a dos dedos de las nalgas aceitadas y brillantes...

-¡Ven!

- ¿A dónde?

-¡No preguntes, sólo ven!

Al llegar a la puerta roja Inda le tapa los ojos a su amiga y le dice cantando:

- Hoy tienes una oportunidad de demostrar que eres una mujer, además de una dama.

La amiga se pone nerviosa, adivina lo que Inda hizo, se sienta, se acomoda la ropa, se abre la falda, la vuelve a abotonar. No quiere dar una mala impresión. Inda se ríe de ella y le dice burlonamente:

-Hasta cuando eres golfa, eres recatada.

Ella se abre la blusa, quisiera tener sus perfumes pero confía en que la que química sirva de algo con el futuro regalo. Sus labios tiemblan todo el tiempo y no sabe cómo controlarlos ni cómo controlarse ella misma, recuerda los nervios que experimentó cuando aceptó la cita a ciegas con el primo de su cuñada, un moreno más joven y más divertido que su Gordo, a quien sólo se había atrevido medio besar, aún cuando habían pasado una semana juntos en la playa privada de la prima.

Sus manos denotaban preocupación, Inda se acercó y le dijo:

-Mira si te dan tanto miedo los hombres te traigo una mujer, ¿cómo ves?

La amiga sólo atinó a condicionar:

-Si yo acepto a una mujer, tu tendrías que tener un bebé.

Inda respiró lento mientras sentía una mano fuerte sobre sus nalgas y sonriendo anunció

- ¡Ya llegó!

Sonrió a la amiga que buscaba en la sombra el cuerpo prohibido; la manzana de la discordia entre ella y la diosa que tenía frente a si. La ventaja era que no venía solo.

III

-¡Les va a gustar mi casa, está muy confortante y amplia, tiene una chimenea que no vamos a prender porque contaminamos y además el frío se quita cogiendo, así que no hay de que preocuparse!

Dos jóvenes de unos veinte años seguían a la locuaz Inda, feliz de tener visitas en su refugio, su rincón, su manicomio intelectual, su cielo infinito pues su casa daba a una barranca desde donde se apreciaba la araña luminosa en que se había convertido la ciudad. La amiga cogida de un brazo musculoso no dejaba de sonreír, tenía unas cuantas copas encima y por alguna extraña razón no entendía cómo, pero Inda la contagiaba con su libertad y su juventud mantenida por tantos años.

Ya sentados en cuatro puntos, varones de un lado, niñas del otro, eran una tribu que fumaba hashis. Un cuerpo se posó sobre ella; abrió los ojos, vio a Inda lamiéndole las tetas con unos ojos que le parecieron los del diablo. Sonreía con malicia mientras los dos jóvenes se encargaban de besar sus muslos y sus caderas.

Extasiada, abrasaba lenguas húmedas en todos los poros del cuerpo, una lengua acaricia la suya, varios dedos femeninos se adueñaban de su vágina, de su clítoris, haciéndola gritar como al subirse a la montaña rusa.

IV

La mañana les abofeteó la cara mientras todos, menos Inda, se abrazaban acostados en la alfombra, desnudos, sin frío, como una camada recién parida. Despertó por los rayos de luz y una sensación de tener que ir corriendo al baño antes de que... Dónde está Inda, se preguntaba; recordaba lo vivido; sonrojada tenía la sonrisa tatuada en la cara; casi sintió amor filial por los jóvenes que la abrazaban con sus mentones apoyados en cada una de sus tetas. Como pudo bajó de sus senos a cada uno de los veinteañeros y los colocó lentamente sobre la alfombra, para evitar despertarlos; luego caminó hacia el baño y respiró profundo mientras la pipi resbalaba hasta la boca del retrete.

No había advertido que Inda la veía desde la puerta de la regadera; se asustó cuando chocó sus ojos con los de ella y estallando en risas ambas se observaron hasta que se levantó para limpiarse, entonces Inda preguntó:

-¿Te ha gustado lo de ayer?

Respondió inmediatamente -¿Cómo no va a gustarme?, pero es muy loco, el SIDA...

-¡No inventes nos protegimos!...

-Pues sí pero ya sabes que siempre hay una posibilidad.

Inda dijo con frialdad: -Tal vez ya lo tengas porque tu marido se divierte con otras...

-¡Tal vez, pero eso no va a hacer de mi una...!,

-¿Una puta? ¡No eres puta, eres libre, deja de pensar como tu marido y vuelve a pensar como tú misma!... por lo menos ayer nos divertimos mucho, ¿o no?

Asintió con la cabeza mientras Inda la tomaba del rostro y la besaba con mucha ternura, como quien besa a un niño perdido para consolarle. Se separó de Inda y río mientras retiraba las lágrimas de sus mejillas rojas de excitación: -¡Deja de besarme que me va a gustar y luego...!

-Luego te voy a amar con todo y bodoques dijo Inda mientras la jalaba hacia la regadera para tomar un baño juntas como hacen los amantes en cualquier hotel de Tlalpan.





ME LATEXXX
by Monica Gameros


A dos metros de la entrada la música suena tan chida que sólo verse obligado a esperar a que algunos salgan, porque el antro está a reventar; es tan molesto como escuchar al burócrata dando excusas para justificar que el trámite aún no haya salido.

La espera vale la pena, un guapísimo mesero, cuerpo musculoso moreno y ágil, marcado por el mandil que además deja entrever sus pompas duras como todo lo demás, nos da la bienvenida, en cinco segundos nos clasifica como propina potencial, nos da una mesa cerca de la barra y nos sirve de inmediato las bebidas que abrirán la noche de farra.

Con sonrisa sensual que me recuerda al padrote de Jiménez Cacho en El Callejón de los Milagros, el mesero me provoca un pellizco sobre sus nalgas y me libero para hacerlo, sólo para ver qué sienten los hombres cuando hacen lo mismo con las meseras de cualquier lugar. Pellizco ante los ojos atónitos de mi amigo gay, de mi amiga lesbiana y de mi amiga cachonda en busca de falos en el lugar equivocado.

El mesero nos observa un poco molesto por el pellizco o por mi cobardía al tocarle en medio de la sala de baile, llena de brillantes luces, sonrisas de comercial, y exploradores del amor irrepetible. No queda más remedio que fingir demencia y le digo que tenemos sed mientras mis amigos en silencio desorbitan la mirada para no delatarme.

No puedo dejar de ver la musculatrura del mesero, su mandil está levantado al frente. El punchis punchis suena como siempre, todo el antro tiene un toque moderno y especial: las luces, la decoración, la pista, los espejos, la música, los Dj, los travestidos vuelto divas on fashion

En la pasarela Talía, Pink, Madonna, hasta Je Lo está aquí junto con sus nalgas de millón de dólares. Los visitantes parecen salidos de una catálogo de maniquíes. El encanto de los rincones apartados, esconde labios tocándose, conociéndose en medio de parejas y tríos cachondos. Desconocidos de diferentes preferencias sexcuales se tiran un faje de película entregándose a las ansias, mientras los demás siguen bailando, tocando, besando, mordiendo.

Aquí la inhibición no existe, de hecho resulta un defecto. La música no renuncia a hipnotizar cuerpos; nadie quiere procrear, más bien buscamos placer y somos directos: ¡Soy libre y estoy buscándote! Y vaya que aquí la libertad se siente pues a nadie le importa que género sexual prefieras, ni siquiera si eres buga. Menos resulta noticia que después de un super faje bajo las escaleras, alguien más te vea con otra pareja cerca de los teléfonos y luego te vea regresar a casa con otro regalito.

Es la combinación de la música y los tóxicos que rolan y rolan, pero que muy pocos usan. Aquí se prefieren otras drogas, el sexo en coctail de locura y libertad infinita es la más buscada. Con el primer paso que das para insertarte a la célula sexual de este antro, dejas atrás las recriminaciones de la familia, de la oficina, de los amigos, de las novias, de los novios, del tráfico, del checador, de los impuestos, de los policías inventando infracciones. Olvidas todo lo de allá afuera y te pones chachondo.

Aquí, en todo el lugar no parece importar la guerra en Irak, los muertos del oriente, el hambre de Centroamérica; la guerra del planeta contra Chiapas; los bosques y las selvas depredadas por los taladores clandestinos; los rugidos del Popocatepetl; la rebelión de la mitad de los políticos; la OMC devorándolo todo; la gripa de los pollos y el vota sesos de las vacas locas, nuestros bancos salvados por el FOBAPROA ¡vendidos!

En cambio, el SIDA y el VIH siempre están presentes; nadie deja de calcular el tiempo que tomará pasar por más condones a la tienda abierta 24 horas, porque la nueva conquista está para amanecer con un orgasmo múltiple.

La mayoría son gerentes, empresarios o hijos de alguien con mucho dinero. Todos tienen por lo pronto la vida resuelta, bastante dinero para pasar por lo menos tres noches por semana en el antro, ligando y buscando amor con cubierta de latex, con sabores diferentes, con colores fosforescentes, con texturas, con olores, con tamaño SUPER o Standard, bien combinados con unos afrodisíacos.

Me pregunto si en algún momento piensan en el futuro presidente o la decadencia de los partidos políticos y me paseo con mi bebida en mano para escuchar algunas pláticas detenidamente. Voy libre. Por ser buga soy invisible para ellos, lo que me facilita la fisgonería.

-¿Dónde vives?, ¿cuánto tiempo tienes de ser gay?, ¿te gusta ser activo o pasivo?, ¿usas afrodisíacos?, ¿tienes mota en casa?, ¿te gustaría un trío?, ¿cómo que tienes novia?, ¿ganas mucho donde trabajas?, ¿quién te gusta más de los futbolistas?, ¿verdad que ya es una ridícula loca?, ¿te sientes bien cuando te meto la mano?, ¿la tacha te hace efecto cachubis?, ¿cómo le vamos a entrar a la campaña política?, ¿cuántos condones necesitamos?, ¿en cuántos dólares te salió el viaje?, ¿conoces La Casita?, ¿te gustan los cuartos oscuros?, ¿qué tal San Francisco?, ¿vamos a pelar a Fifi?...

Doy el último trago y mi amiga lesbiana me toma por la cintura para invitarme a bailar, escucho su voz diciéndome -¡deja de analizarlo todo!- y me da un beso tierno en la mejilla; yo le pido otro vodka al mesero que pellizqué y le guiño un ojo; le pregunto a que hora sale y me invita a la barra para darme una bebida especial.

Pienso en tachas y en orgasmos múltiples, y saboreo la vista que las nalgas de mi mesero ofrecen mientras va por nuestras bebidas especiales. Mi amiga y yo caminamos a la barra, saboreando la tacha prometida. Ambas nos contorsionamos para llegar a la barra e inútilmente busco la atención del mesero que está más preocupado por su propina, entonces, mi amiga me ayuda a conquistarlo y sostiene mis nalgas, como hacemos a veces para jugar con la mente de los bugas, con sus fantasías de sexo con lesbianas, como si eso fuera posible. Pero sirve, ja.

Mantengo el performance lésbico respondiendo a las caricias de mi amiga con un beso cálido en sus grandes labios siliconados y descubro que el dueño de las nalgas que he pellizcado nos observa; creo que ha olvidado su propina así que le guiño un ojo y le enseño el piercing de mi lengua mientras beso el cuello de mi amiga.

El mesero de las nalgas de piedra nos observa embelezado; ella y yo seguimos bailando junto a la barra, tocándonos sólo para provocarlo. En dos segundos, éste cae en nuestro juego y nos pregunta si queremos hacer un trío. Primero lo burlamos con la mirada. El mesero de nalgas de concreto nos sonríe con lo labios pintados con cocaína y Amanda inunda el antro con una carcajada que le viene desde la vágina. Creo que hoy la noche durará tres siglos o hasta que los afrodisíacos se terminen. No puedo olvidar la cara de mi tía cuando le digo "pues si los hombres te usan, úsalos".


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